Mientras los humanos se debaten en acaloradas discusiones sobre inmigración, refugiados, fronteras y muros, el resto del reino animal cruza los territorios sin necesidad de pasaporte. Colombia acoge cientos de especies migratorias que llegan por agua, tierra y aire buscando alimento y refugio. Tortugas, ballenas, aves, murciélagos e insectos emprenden largos y peligrosos viajes. El Parque Explora y @bionicaco nos unimos para celebrar la diversidad de la vida: ¡Bienvenidos inmigrantes!
Hay viajeros que cruzan mares enteros con alitas delicadas, como las polillas diurnas Urania fulgens que con sus aleteos de visos metálicos atraviesan países enteros al migrar desde Centroamérica hasta Colombia y Ecuador.
Las orugas de esta especie se alimentan de bejucos que fabrican toxinas, tolerables para ellas. Pero cada cinco o seis años, el veneno alcanza niveles letales, una señal de que es hora de buscar un nuevo hogar.
Otros migrantes escapan del frío como candelitas voladoras. Las tángaras veraneras —Piranga rubra— migran en invierno con sus plumas de colores cálidos desde Estados Unidos hasta México y el norte de Suramérica.
Entre agosto y abril habitan, como transeúntes o residentes, diversos ecosistemas de Colombia, donde podrían verse salir de los árboles en vuelos fugaces para atrapar insectos y arácnidos: abejas, saltamontes, arañas, escarabajos o libélulas.
Hay, también, aves migrantes que descansan del viaje en las grietas más esquivas de la corteza de los árboles. El chipe trepador —Mnioltilta varia—, un poco más grande que un colibrí, escala hasta el techo de los bosques en busca de orugas, escarabajos y hormigas para sobrevivir a su travesía.
Esta cebrita, de plumaje estriado en blanco y negro, migra en las noches de otoño desde Canadá hasta México, Guatemala, Costa Rica y Colombia para asegurarse el calor y la comida.
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